viernes, 23 de marzo de 2012

Acabo de leer "La vida breve" de Juan Carlos Onetti. Tal vez no me haya gustado tanto como "El astillero" y casi igual que "Juntacadáveres". Precisamente, en 1950, con "La vida breve" inicia un ciclo con novelas ubicadas en la ciudad imaginaria de Santa María, situada posiblemente en su país de origen, le siguen "El astillero", "Juntadáveres", "Dejemos hablar al viento" y "Cuando ya no importe". No leí estas dos últimas, siempre se lee a los saltos.
El estilo de Onetti es atrapante y a uno lo envuelve y lo obliga a seguir leyéndolo, aún cuando como en el caso de "Juntacadáveres" y "La vida breve", la tensión de la novela  decaiga por momentos. Pero es un poco el mundo ambiguo y desconcertante de los antihéroes del escritor uruguayo, que vivió largo tiempo en Buenos Aires, situando sus novelas un poco acá y otro tanto en Montevideo y ese lugar imaginado por él, llamado Santa   María.
En "La vida breve", el protagonista central Brausen, fantasea en crear un argumento para una película y este personaje se va fusionado con los protagonistas reales de la novela, hasta, hacia el final, adueñarse del relato. Es cierto, que Onetti no descubre nada nuevo al crear una novela dentro de la novela; pero, a veces, no se trata de inventar o renovar algo, sino simplemente de narrar una historia que atrape al lector, aún sabiendo que el mundo de Onetti no es agradable para este mundo exitista,ya que siempre se trata de perdedores. Muchas veces creo, al leerlo, sobre todo en "El astillero", que refleja de una manera patética y feroz nuestra realidad, aun sin tomar partido ni ser panfletario. Su mundo es ése y es nuestro, por cierto, y lo tomamos como tal. Hacia el final de la novela, el Inglés, uno de sus personajes, murmura: "...se alimentaba de minúsculos misterios sin importancia. Cuando le llegó la hora de la muerte, creyó salvarse diciendo que tenía sueño". "Brindemos con los vasos vacíos" -propone más adelante.
8-01-2005   *   J. C. Conde Sauné 

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