Esta mujer sin nombre quedó con él, en un día de estrellas lúcidas, de ternura y angustia con sueño.
La buscó, cuando todavía los cromosomas vivían despreocupados; y su devenir a la vida era simple especulación...
Eran tres amarillas luciérnagas y los ríos nocturnos que cantaban su nombre.
J. C. Conde Sauné
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