No soy el mismo y mi silencio es otro.
Mis pasos fueron desgastando,
las aristas del tiempo.
Regreso sin haber levado anclas.
Mis idas y regresos ya estaban
hechos de raíces.
Y me quedé al fin en mi ciudad,
la tan mía, la tan distante.
La que puedo abrazar
con sólo doblar un dedo.
La que puedo despreciar
con sólo un susurro.
¡Ciudad, árbol, raíces,
idas y regresos!
Aquí lo perdurable
de un sentimiento.
J. C. Conde Sauné
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