jueves, 12 de diciembre de 2013

Cuando falta un día para el fin de año, siempre se hacen balances que terminan, para mí, siempre con saldo negativo. No en lo personal y afectivo, pero sí en lo que hace a mi producción literaria y al país con su entorno social.  No corrijo y ordeno, lo que tengo que corregir y ordenar. Todo permanece allí, estancado e incierto. Lo que sí continúo, por ahora, con decisión firme y sostenida, son estas "Imágenes e impresiones". (Ahora "Breviario del ocelote"). Muchas veces, entre lectura y lectura, uno discurre en otros proyectos que nunca se cumplen.
Admiro a esa gente, que toma la escritura como un trabajo y con un horario preestablecido. Un trabajo como cualquier otro. Cuando trabajaba en tareas contables, era disciplinado y hacía con eficacia mis obligaciones; claro, tenía que ganar mi sustento. ¿Y aquí? ¿Ésto no es una obligación? A veces creo que no, me toma un desasosiego en donde la literatura no cambia gran cosa a nadie y menos a la gente, que consume lo que se consume hoy en día. La literatura se hizo baladí, comercial y políticamente vendible. Hay que hacer novelas históricas, hagamos novelas históricas. Hay que reivindicar los ominosos años 70, vamos por los 70. Total mucha gente compra los relatos que le venden. Hay que sorprender y ser transgresor, usemos un lenguaje soez y chabacano; la literatura puede esperar. O para eso están Borges, Bioy, Cortázar o Marechal, nuestros padres de los que hay que renegar, para ser un sujeto posmo.
Los fines de año, traen estas reflexiones: la literatura y las artes en general, sobreviven en un espacio reducido, como la cultura en general y la riqueza en particular. Somos unos tristes náufragos, esperando un viento de popa que nos arrime a buen puerto. !Pero con este timonel...uf¡
30-12-2006     *     J. C. Conde Sauné

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