lunes, 16 de diciembre de 2013

El otro día, en un negocio, una señora le dijo al vendedor: "poneme un turrón más, a ver cuanto suma y si me alcanza la plata". Siempre que escucho una frase suelta por ahí, me quedo pensando. Se acabaron los tiempos, para un trabajador, de los turrones de almendras y avellanas; y nueces para la Nochebuena. Ahora esta señora, de aspecto humilde, llevaba tres módicos turrones de maní. Me gusta más el maní que las nueces, aunque no tanto como las almendras. Pero la cosa es así, llega el fin de otro año, con más ruido que nueces; otro en la Argentina que se fue al garete. Ahora la culpa la tuvo la crisis mundial, antes fue el imperio británico (los trenes que ellos dirigían, eran subsidiados por el estado, como ahora, pero andaban y había ramales hacia los pueblos más apartados). Después el imperialismo yanqui (al que continuamente le pedíamos préstamos para destinos ignorados). Es una suerte, dentro de la desgracia, que podamos echarle la culpa a otros de la incompetencia para gobernar y la nuestra para votar. Dentro de un año y meses, vamos a cumplir 200 años de independencia. Un país joven, se diría; pero con viejas mañas. Enfrentamientos inútiles, rapiña a troche y moche; nunca un plan de consenso para proyectarnos como una nación, sin autoritarismos de caudillos paternalistas y dictaduras militares. Mi padre un inmigrante que trabajó, aún, después de jubilado hasta su muerte a los 83 años y que quería mucho a este país, que no era el suyo, repetía a menudo, ante los continuos desaciertos de los que gobernaban: "!pobre... pobre Argentina¡".
30-12-2008     *     J. C. Conde Sauné  

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